Adiós a la Santa Inquisición
EDITORIAL
El Tribunal del Santo Oficio fue establecido en 1184, mediante la bula del papa Lucio III Ad abolendam como un instrumento para acabar con la herejía cátara; los primeros procedimientos consistían en una ceremonia llamada de “juramento”, en la que como lo dice el nombre, los asistentes juraban denunciar a todas las personas que consideraran sospechosas y prestar al Tribunal la ayuda que pidiese, pero además, al concluir esa ceremonia se daba lectura a un edicto de los inquisidores llamado Edicto General de Gracia, por el cual se conminaba a quienes se sintieran culpables a denunciarse dentro de un plazo fijado, so pena de excomunión mayor.
En el edicto se indicaban con minuciosidad los hechos considerados punibles y se les prohibía a los confesores dar la absolución a los que de algún modo no hubieren cumplido con aquel mandamiento. La Inquisición fue un tribunal eclesiástico establecido en Europa durante la Edad Media para castigar los delitos contra la fe. Sus víctimas eran las brujas, los homosexuales, los blasfemos, los herejes (cristianos que niegan algunos de los dogmas de su religión) y los acusados de judaizar en secreto.
Los acusados eran interrogados, a veces mediante torturas y castigados si se les encontraba culpables, requisándose sus bienes. También se podían arrepentir de su acusación y recibir la reconciliación con la Iglesia. Según la Iglesia católica se adoptó el método de la tortura, (lo cual era socialmente aceptado en el contexto de la época), solo en casos excepcionales. El procedimiento inquisitorial se regulaba minuciosamente en las prácticas de interrogación. No todos los métodos de tortura aceptados civilmente eran aceptados por la Iglesia católica y para que un acusado fuese enviado a tortura debía ser perseguido por un crimen considerado grave y el Tribunal debía tener también sospechas fundadas de su culpabilidad.
Pero en la Inquisición la víctima no es más que un simple testigo, tal y como sucedía en los últimos años de la historia jurídica y legal de Guatemala. Era la autoridad eclesiástica (FECI-CICIG), la cual tenía sobre sí la carga de la prueba. En nuestro bello país, se vivieron momentos de una crisis que inició con la caída de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, en la cual se dió paso a un ambiente de temor por parte de un empresariado que no termina de asimilar la actual situación por la falta de certeza jurídica para las inversiones y por otro lado una lucha sin cuartel entre varios medios de comunicación que se vieron inmiscuidos en los acontecimientos, producto de acusaciones ciertas o no, que han generado desconfianza y el hecho que varios se plegaron a intereses que lo único que persiguián era la acusación, muchas veces sin fundamento para obtener sus objetivos que aún no son muy claros o respondían a agendas políticas internacionales emanadas de la ONU y el Pacto de Sao Paulo.
Pusieron en riesgo el derecho constitucional de la presunción de inocencia, declarando culpables a personas sin haber sido vencidas en juicio. Dicho lo anterior, el panorama se pintó para traer a colación que lo que estaba en peligro ante la lucha por y entre los medios de comunicación era LA LIBRE EMISIÓN DEL PENSAMIENTO, no olvidemos que la labor del periodismo ha sido y ha estado siempre y en diferentes momentos como una profesión de riesgo, lo que El Siglo profesa es la presentación de los hechos sin tomar partido por un grupo u otro, pues creemos en la frase atribuida a Voltaire que reza “No estoy de acuerdo con tu opinión, pero daría mi vida por tu derecho a expresarla”.
El Día de hoy, finalmente se dá término al TRIUBUNAL DEL SANTO OFICIO (CICIG), instaurado en Guatemala y que al hacer el recuento de daños, tenemos que no hay aún certeza jurídica para atraer inversiones, está en juego la cooptación del sector Justicia, con las comisiones de postulación. Sea por la vía legal o el fraude dirigido, la izquierda pasa a ocupar más curules en un congreso totalmente degradado, sin ningún tipo de respeto por parte de la población, debido al mal papel desempeñado en los últimos tiempos y a la traición que muchos de sus miembros realizaron al Pueblo de Guatemala.
El camino es largo para la reconstrucción de la nación y al Presidente electo lo instamos a no dejarse influenciar por los sectores obscurantistas, para poder emprender el camino de la unidad nacional para el bienestar de todos los habitantes del país del REALISMO MÁGICO.
POR UNA NACIÓN LIBRE, JUSTA Y SOLIDARIA