La “enfermera de la muerte”, sospechosa de matar a 60 bebés
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“Es el mal encarnado”. Así define el fiscal de distrito del condado texano de Bexar, Nico LaHood, a la reclusa Genene Jones.
Desde 1985, Jones tiene plaza asegurada en la historia macabra de Estados Unidos. Ese año fue sentenciada a 99 años de cárcel por la muerte de Chelsea McClellan, una niña de quince meses. Pocos meses después, Jones recibiría una segunda sentencia concurrente de 60 años de prisión por el intento de asesinato de Rolando Santos, un bebé de cuatro semanas.
La sociedad americana de la época quedó paralizada cuando salieron a la luz los detalles de sus malas prácticas. Jones había aprovechado su posición como enfermera en la UCI pediátrica de varios hospitales de Texas para dar rienda suelta a su pulsión tanática, dirigiéndola contra los más indefensos.
En los dos casos que la llevaron a cumplir condena, el método utilizado fue el mismo: una inyección fatal. Succinilcolina para Chelsea. Herapin para Rolando. Un potente relajante muscular usado en anestesiología y un anticoagulante de uso médico. Sustancias que no debían estar en el cuerpo de aquellos bebés.
Chelsea y Rolando son las dos víctimas probadas de ‘La enfermera de la muerte’ hasta la fecha. Pero ya desde aquellos años 80 las sospechas apuntan a un horror mucho mayor: las autoridades creen que entre 1977 y 1982, durante su estancia en hospitales de San Antonio y Kerrville, Jones habría matado deliberadamente a unos 60 bebés. Algunos investigadores elevan esa cifra hasta acercarla a 100.
Una persecución en dos tiempos
Los registros médicos del hospital de San Antonio en el que trabajó Jones fueron destruidos accidentalmente en los años posteriores a los fallecimientos de la mayoría de aquellos bebés. Eso ha dificultado la investigación de esas muertes. Pero el fiscal de Bexar, Nico LaHood, quiere reabrir el caso. De hecho, lleva dos años buscando nuevas evidencias contra Jones.
“No creo que ella mire al mundo de la manera que lo hacemos los demás”, opina LaHood. “Nuestra oficina va a intentar identificar a cada uno de los recién nacidos cuya vida fue arrebatada por las acciones de Jones. Nuestro único objetivo es la justicia”, dice en un comunicado.
El celo del fiscal tiene que ver con una circunstancia temporal que está generando revuelo entre la opinión pública estadounidense: a pesar de la brutalidad de sus crímenes y de las abultadas sentencias, Genene Jones, de 66 años, podría quedar pronto en libertad gracias a un subterfugio legal.
‘La enfermera de la muerte’ podría beneficiarse de una ley de reducción de penas vigente en Texas el momento de su primera condena. Según esa normativa, incluso los criminales más violentos pueden ver reducidas sus condenas en tres días por cada jornada de buena conducta. La finalidad de aquella ley era evitar el hacinamiento en las cárceles texanas.
De acuerdo a esa legislación, la enfermera Jones debería abandonar la prisión en marzo del próximo año, habiendo cumplido solo un tercio de su condena.
Si sale finalmente de la cárcel, se le implantará un dispositivo GPS y no podrá tener ningún tipo de contacto con menores de 18 años. Pero nadie quiere que eso pase. La herida que dejó es demasiado profunda.
Las autoridades no ocultan su deseo de que Genene Jones siga en la cárcel. Quieren volver a juzgarla por los otros muchos crímenes que sospechan que cometió, aunque sean difíciles de probar.
Con información y foto de: PlayGround