Una carrera de caballos en Siria para olvidar la guerra
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A cada paso que dan los caballos por la línea de llegada, los espectadores lanzan tiros al aire y bailan la ‘dabke’, una danza tradicional en Oriente Medio.
En una zona desértica, decenas de hombres y niños con ‘kufiyas’ observan a la veintena de jinetes que compiten bajo un sol abrasador.
A lomos de su caballo, Munzer Jahjah levanta su trofeo dorado, orgulloso de haber ganado una carrera hípica organizada este mes en la provincia de Alepo, un acontecimiento inusual en territorio rebelde de la Siria en guerra.
«Es la primera vez que participo en una carrera de caballos y ¡he ganado el primer puesto!», se alegra Munzer Jahjah, de 14 años, uno de los jinetes más jóvenes de esta competición organizada cerca del pueblo rebelde de Al Bouayder, en la provincia de Alepo.
El adolescente, con el cabello alborotado y calzando unas chanclas, ganó la carrera gracias a su yegua ‘Shams’ (sol, en árabe), una purasangre árabe con una silla de montar multicolor.
Apreciados por su velocidad, su resistencia y su belleza, los caballos árabes son una de las especies de caballos más antiguas del mundo.
Las tribus beduinas del norte de Siria practican la cría de estos caballos desde hace siglos, y han logrado preservar la pureza de esta raza.
En 2010, Siria contaba con cerca de 750 caballos árabes de cría, según la Organización Mundial de Purasangres Árabes (WAHO), que censa estos caballos en todo el mundo.
Sin embargo, desde el inicio de la guerra en 2011, la organización no ha emitido ningún informe nuevo sobre estos equinos en Siria.
Preservar los caballos
Como el resto del país, los caballos se han visto enormemente afectados por el conflicto, que ha dejado ya más de 320 mil muertos en seis años.
«Muchos caballos han muerto o han resultado heridos en los bombardeos», se lamenta Yahya al Afandi, director de la asociación ‘El amanecer de los caballos árabes’, que organizó la carrera.
La ausencia de cuidados veterinarios y la falta de pienso también causaron grandes estragos para los caballos, según Afandi.
La asociación, creada en 2016, está preocupada por el impacto de la guerra en la tradición de la crianza de purasangres árabes en esta región controlada por los rebeldes.
Además, «ningún caballo nacido en las zonas controladas por los rebeldes ha podido ser registrado desde 2011» en la WAHO, señala, teniendo en cuenta que la organización solo opera en las zonas bajo control del régimen, donde se organizan a menudo carreras y competiciones.
«Nuestro objetivo es preservar el linaje de los pura sangres árabes», explica Mohamed Naanaa, vicepresidente de la asociación.
Para ello, la asociación ha decidido censar ella misma los caballos nacidos desde 2011 en las zonas rebeldes, como la yegua ‘Shams’.
Arraigada en nuestra historia
Con esta carrera, la asociación espera atraer la atención de la WAHO.
«La equitación está arraigada en nuestra historia», defiende Naanaa, en referencia a la popularidad de este deporte en Siria, donde los jinetes participan en los Juegos Olímpicos.
Conforme al islam, las apuestas no estaban autorizadas durante esta galopada, que se desarrolló en dos tiempos: uno para los pura sangres y el segundo para los caballos híbridos.
Ramadan al Issa, de 34 años, ganó la competición de caballos híbridos con su semental llamado ‘Buraq’, nombre de la yegua alada que, según la tradición musulmana, transportó a Mahoma de Jerusalén al cielo.
«Es la tercera vez que ganó el primer puesto. Es un sentimiento indescriptible», confiesa este habitante de la provincia vecina de Idlib, también en mano de los rebeldes.
«Antes de la guerra, había carreras todos los años», se acuerda Mustafá al Issa, de 33 años, que ha venido la región de Idlib para animar a ‘Buraq’, uno de sus caballos preferidos. «Ahora solo hay cada dos años más o menos», se lamenta.
«Estamos muy contentos, este festival nos ha permitido olvidar un poco la guerra».