Horror, la maldad de los mareros no tiene nombre
Ayer, al final de la tarde, se tenía certeza de qué era lo que había en la fosa que las fuerzas de seguridad hallaron en una vivienda ubicada en San Bartolomé Milpas Altas, Sacatepéquez, la cual era la guarida de un grupo de sanguinarios pandilleros. Al final las autoridades desbarataron esta cueva y capturaron a 11 personas entre adultos y menores de edad, todos vinculados a la clica Century Gánster de la Mara Salvatrucha y quienes para no perder el hábito se dedicaban a extorsionar, pero sobre todo a asesinar. Lo triste es que se ensañaban con sus víctimas, no solo las torturaban sino que las descuartizaban, en una danza macabra que más bien parecía un rito satánico.
Pero no todo quedaba ahí, sin el más mínimo rencor cavaron un hoyo de varios metros de profundidad y allí introducían a sus víctimas, luego les echaban tierra. Tres cuerpos desmembrados han sido hallados y los investigadores esperan hallar más. La pregunta es: ¿Qué pasa por la mente de estos asesinos? Al verlos reírse tras ser capturados y cuando los conducen a los tribunales, solo cabe responderse que gozan con el mal que hacen y que para ellos ir a parar a prisión es un triunfo, pues tendrán más tiempo para planificar sus fechorías y tres tiempos de comida gratis.
Es aquí donde de nuevo volvemos hacer hincapié en lo que se ha solicitado a los señores y flamantes diputados, que se pongan la mano en la conciencia y piensen que el pueblo, que los eligió y les paga ese jugoso salario, les demanda que saquen del baúl de los recuerdos y desempolven la ley que pone en vigencia la Pena de Muerte. Este tipo seres, porque no se les puede llamar personas, que matan sin misericordia, no merecen que los ciudadanos honrados les den de comer, porque si algún juez, de manos tibias, los deja en libertad, volverán de nuevo a hacer de la suyas.
Es urgente, además, el modificar la ley y que los adolescentes que cometan este tipo de hechos salvajes, sean juzgados como adultos y al ser sentenciados vayan a pasar 50 años a la cárcel, sin tener derecho a redención de penas. Que sean encerrados en prisiones en donde no tengan contacto con nadie. Esto es lo que el pueblo honrado espera.