Hasta dónde aguantaremos los guatemaltecos tanta violencia
El día de ayer fueron encontrados los restos de dos niños, de 9 y 11 años, atados y encostalados, quienes habían sido secuestrados el pasado viernes. Esto como una muestra más de la pérdida de valores que los guatemaltecos estamos sufriendo, producto de la violencia incontrolable que nos afecta día a día. Cada vez que un simple habitante de este hermoso país sale de su casa, no le queda más que encomendarse a Dios y a los santos de su devoción, rogando que pueda regresar sin novedad, sano y salvo, pues todos los días vemos acciones violentas o somos víctimas de asaltos, violaciones y otros males, producto de la descomposición social y la pobreza no solo económica sino de valores y la corrupción que ataca, no solo en el gobierno sino también en la vida común y corriente de muchos habitantes de Guatemala, pues dice un dicho muy común hoy día, cuando se enfrenta cualquier ciudadano a un posible ingreso de dinero extra, producto de actos ilegales, nuestro vecino, pariente, amigo o cualquier persona nos incita: “si vos no lo hacés, otro lo hará”.
Nos damos cuenta con estos dichos, muy populares por cierto, que la corrupción anda suelta a todo nivel, en lugar de evitarla la atraemos, y a veces somos partícipes de ella, por la costumbre que nos ha descompuesto y hace que perdamos los valores morales y de conducta que nuestros abuelos tenían. Otro dicho dice que “no hay guerra que dure cien años, ni pueblo que la aguante”, por esta razón, los guatemaltecos ya cansados de la violencia, comienzan a tomar la justicia en sus manos, y producto de esto existen los linchamientos que realiza la población al encontrar delincuentes, comenzando otra ola de violencia en nuestro país.
¿Hasta cuándo podrá el simple ciudadano de Guatemala seguir con esta situación que, en vez de calmarse, cada día aumenta? Es tiempo de tomar acciones que nos permitan exigir a las autoridades que cumplan con su deber, y que las fuerzas de seguridad realmente protejan a la población, en lugar de unirse a la corrupción, producto de todo el mal que sigue creciendo.