Editorial

A ponerse los pantalones

Hay una frase que recorre las redes sociales: “el único delincuente que no vuelve a delinquir, es el delincuente muerto”, parece tan trivial y qué dirían los defensores de derechos humanos, incita a acabar con los vándalos, pero lo ocurrido ayer en horas de la tarde en la ciudad capital, le da razón a esa frase. Dos sicarios a bordo de una motocicleta, como ya es hábito en esta Guatemala llena de violencia, tenían orden de acabar con su víctima, y al verlo sin pensarlo dos veces le dispararon.

Lo que no se esperaban los matones es que cerca patrullaba un grupo de las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional Civil (PNC), que al escuchar los disparos y ver a los sujetos trataron de cerrarles el paso, pero estos trataron de escapar, lo que generó una persecución. Los pistoleros al ver que no iban a salirse con la suya, se enfrascaron en un tiroteo con los agentes, acción que aterró a los peatones, que no sabían si estaban viendo un hecho real, o una película, pues las ráfagas sonaban sin parar. Al final, un delincuente fue abatido, otro quedó herido. Peatones fueron alcanzados por balas perdidas disparadas por los sicarios.

Lo único que demuestra este hecho es que los matones, sean del grupo que sean, pero principalmente los que integran las maras, ya se atreven a retar a la PNC, y el accionar de los agentes es de ser aplaudido, porque tuvieron el valor de enfrentarse a estas alimañas. Los asesinos a sueldo, según se ha constatado, portan armas de grueso calibre, algunas de mayor poder que las que portan las autoridades, por lo que es urgente dotar a las fuerzas de seguridad con armas con las cuales puedan hacer frente a los delincuentes.

Los diputados deben de emitir una ley en la cual se ordene que el armamento que se decomise en buen estado al crimen organizado, a los mareros, en lugar de irse a arruinar a las bodegas, sean entregadas a la autoridad, para que puedan formar parte de su equipo de trabajo. Lo que se lamenta, de nuevo, es la muerte de una persona que trabajaba de forma honrada, y estas lacras le fueron a quitar la vida. En el caso del sicario, murió en su ley.

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