Acción

Final que llega desde la banca

El centrocampista Edgar Méndez anotó con una sutil definición en el primer balón que tocaba, tras salir desde el banquillo en la segunda mitad, y con él otorgarle al glorioso Alavés su segunda final de su historia. Las escoge bien. Si la de 2001 de la UEFA fue ante el Liverpool, en mayo se medirá al Barcelona por el título de Copa.

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El Alavés disputará la final ante Barcelona en mayo próximo.

Noqueó con justicia, gracias a un golazo de Edgar, a un Celta que había engullido al Real Madrid, que se vio sometido por el orden, la paciencia y el ímpetu del Deportivo Alavés y su animosa afición. Hay un gran proyecto en Vitoria: ha sido ascender y alcanzar esta cima. El partido fue una partida de ajedrez, pero sin la obsesión del reloj de arena. No había prisa. Meterse en la final podía estar en un detalle, un fallo rival, una acción aislada. Y así fue.

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Luego del gol anotado por Edgar, los futbolistas se lo dedicaron a su afición.

Los locales fueron haciéndose con el tablero y Edgar, a los tres minutos de entrar en el campo, vio una vía de agua tras una peinada de Camarasa. Se coló y definió con clase. Toquero había hecho el desgaste, su relevo salió fresco y definió con clase canaria. El Celta murió colgando balones, lejos de su estilo. Berizzo ordenó soportar la salida fuerte del Alavés y para el minuto 10, movió ficha en el tablero. Aspas, el alfil celeste, cayó a la mediapunta para dejar sin referencia a los centrales de Pellegrino, poderosos en el cuerpo a cuerpo, rígidos al girar.

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Edgar Méndez celebra su gol que mete a la final al Alavés.

El moañés estaba señalado como el hombre del partido, pero el Alavés tenía una dama blanca: el meta Pacheco. Portero de selección en el futuro, evitó el 0-1 con una parada de gran dimensión. El Alavés era peor con balón, y estiró el cuello con Deyverson, que forzó una falta al borde del área. El tiro del hábil Ibai lamió el larguero. El alfil Aspas estaba en todas partes, era el único que hacía callar al bullicioso Mendizorroza, que parecía una cancha argentina. Y en el 26’, volvió a meter miedo. Se sacó una gran vaselina que se fue alta por poco. La mano de Pacheco estaba ahí. Feddal le arrugó y, de repente, desapareció.

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