Un país que llora sangre
Ante la situación imperante en nuestro país, la pregunta del millón para los guatemaltecos es: ¿a quién le hacen daño?
Esta es la interrogante que los guatemaltecos nos hacemos, al ver la ola de violencia que han desatado, con total impunidad, en contra de todos, en contra de cualquiera.
Se puede citar a cualquiera de las víctimas, por ejemplo, a quienes prestan algún servicio, desde encargados de tiendas, comerciantes, pilotos y ayudantes de buses, conductores de taxis y, por qué no decirlo, a las mujeres, a muchas de quienes han asesinado, incluso, llevando a sus hijos en brazos.
Vivimos un momento de total barbarie, en donde se asesina muchas veces por el simple placer de hacerlo. En donde los sicarios, como ya lo hemos dicho en otras oportunidades, son nada más que “marionetas” de los mareros, a los cuales sirven con toda lealtad. Pero no se han puesto a pensar estos sujetos que a quienes les arrebatan la vida son hombres, casi todos jefes de familia, que trabajan para llevar el sustento a sus hogares.
Lo usan como advertencia y daño. ¿Advertencia a quién? A los dueños de los buses, se ve que estos esbirros no tienen, o mejor dicho, tienen poco cerebro, pues el empresario cambiará al piloto asesinado por otro, y el vehículo seguirá funcionando, pues a quienes disparan y matan los pistoleros son empleados y no tienen el capital para pagar la extorsión.
Por lo que el daño se lo hacen a las esposas y a los hijos, quienes llorarán a un ser querido caído, cuando su único delito era buscar el bienestar de su familia.
Guatemala está que llora sangre, es una realidad, pero no solo por la violencia, está es la punta de un iceberg que daña al país. En donde dejamos la corrupción galopante que sigue enquistada en los organismos del Estado, una triste realidad, que a pesar del denodado esfuerzo del Ministerio Público (MP) y de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) por desmantelarla, se siguen topando con jueces que, amparados en su criterio, cambian los delitos a su antojo, con el fin de evitar a determinadas personas de ser encontradas culpables, y recibir severas condenas de prisión. Además, los mandan a cárceles “VIP”, donde no sufren y viven como reyes, un tema aparte que da para otro editorial.
Por hoy, solo decimos a los extorsionistas que están matando gente inocente, a trabajadores que no les pueden pagar lo que exigen. Detengan ya ese baño de sangre.