¿Pero que nos pasa?
Esa es la pregunta que todos los días los guatemaltecos se hacen… ¿Qué nos pasa? Porque tal parece que somos una nación de bárbaros, en donde la única forma de solucionar nuestras diferencias es con la violencia, en donde el respeto a la vida se ha perdido.
Cada mañana, las noticias que se publican en los medios de comunicación, lo que se ve en los telenoticieros y se escucha en los radionoticieros es sobre violencia, muerte y odio.
Por Dios, ¿en qué nos estamos convirtiendo, en un país de salvajes?, en donde al matón le importa poco si su víctima está rodeada de personas, a él solo le importa cumplir con lo que le ha sido encomendado.
Las matanzas se están volviendo el pan nuestro de cada día, acaban con familias completas, sin importarles si hay niños, aunque en el último caso, en Villa Nueva, le perdonaron la vida a un pequeño de dos años.
La noche del viernes último se puso de manifiesto la manera desalmada y sin corazón de estos delincuentes, en la aldea Azacualpilla, en el municipio de Palencia, Guatemala, en el kilómetro 23.5 de la ruta al Atlántico, cuando un grupo de vecinos observaba un partido de papifutbol.
Los desalmados llegaron y se mezclaron entre las personas asistentes al partido, para no despertar sospechas y, cuando los espectadores estaban bien entusiasmados, los sicarios aprovecharon ese instante para desenfundar sus armas y disparar en contra de quien consideraron su objetivo.
Claro, le dieron muerte a balazos a Francisco Estuardo Fajardo Ramos, más conocido como “el Bambi” pero, como pines de boliche, los que estaban cerca de la víctima fueron alcanzados por las balas.
Es posible que algunos hayan sido sus amigos, otros ni siquiera lo conocían, pero su pecado fue estar disfrutando del partido. De los heridos, a quienes los cuerpos de socorro llevaron a los hospitales, cinco murieron en el centro asistencial.
Lo triste es que estas víctimas no tenían nada con el rencor que los sicarios le tenían su objetivo. Ahora las autoridades deben buscar a un individuo reconocido por los testigos, apodado “el Chispa”, presunto pandillero implicado en la matanza.
Además, es necesario que como guatemaltecos re- flexionemos que con la violencia no vamos a solucionar nada, más bien vamos a encender otro fuego, la venganza, y entonces será la de nunca acabar. Reflexionemos sobre hacia dónde queremos llegar.