El que paga es el que grita
Por CÉSAR PÉREZ
“Observé en varias ocasiones el video que publicó el Comité Olímpico Guatemalteco (COG) con las entrevistas del doctor Julio Motta y del atleta Erick Barrondo, en el cual hablan acerca de la lesión del marchista, y ratificaron que era la que aquejaba al guatemalteco desde abril recién pasado, pienso que esto no necesitaba aclaración pero estuvo bien que ambos confirmaran la situación.
Para mí, lo grave es por qué Barrondo viajó a los Juegos Olímpicos lesionado…??? por qué se le permitió competir bajo esas condiciones…??? El video deja claro algo más, que sinceramente lo esperaba, y es que el marchista se echa la culpa de esa decisión. Erick literalmente dice “que el amor y respeto a la gente hace que uno diga que sí, aunque uno se esté retorciendo del dolor”.
Creo que hasta el momento únicamente se han dado explicaciones superficiales y obvias, en la cuales el atleta queda nuevamente expuesto y justifica acciones que no tuvieron que ser, y que sobre todo fueron solapadas por un entrenador y dirigentes que están precisamente para encargarse que todo se haga de la manera correcta, poner en alto el nombre de Guatemala, y ayudar al atleta, no damnificarlo.
Para mí, hay cuatro personas directamente culpables en esta situación: el entrenador polaco Bohdan Bulakowski, quien trabaja día a día con Erick y sabe perfectamente en qué estado se encuentra. El europeo no solamente tiene que jugar su papel de entrenador, sino asesorarlo en muchos aspectos buscando el bien del deportista.
El presidente de la Federación de Atletismo, soy sincero, traté de averiguar, nadie sabe quién es, pero es secreto a voces que esta federación la maneja desde la distancia Juan de Dios Reyes. Sea quien sea el responsable de ese ente deportivo sabía cómo se encontraba Barrondo y aún así dio el visto bueno para que continuara con los exigentes entrenamientos y campamentos en el extranjero previos a los Juegos.
El presidente del Comité Olímpico Guatemalteco, Gerardo Aguirre, a quien no tendría que escapársele ningún detalle de cada atleta que viajó a Río de Janeiro. En teoría, él debería saber exactamente cómo está cada deportista que participa en las Justas Olímpicas; y por último el mismo Erick, quien abiertamente aceptó que compitió lesionado, que sentía dolor, y que aún así puso en riesgo su integridad física.
Ahora bien, lo que tengo duda es por qué Erick, un medallista de plata olímpico, el único que ha tenido Guatemala en su historia, aceptó competir así, bajo esas duras condiciones, y sobre todo sabiendo que su participación tenía la suerte echada.
Consulté a un traumatólogo, profesional de la medicina deportiva, acostumbrado a tratar con deportistas élite, de quien me reservo el nombre, y me dijo respecto a la lesión de Barrondo: “Para mí, la lesión es totalmente de operación. Lo ideal era que con tanto diagnóstico se debió hacer una artroscopia diagnóstica, confirmar si hay algún daño y corregirlo. Imagino que es una rodilla lastimada, pero con la artroscopia le va bien, la recuperación no es muy larga, máximo un mes y listo. Algunas veces no es tanto el daño, a veces los estudios reportan mucho y con una artroscopia les va súper”.
Si la lesión se detectó en abril, y su recuperación hubiera sido de un mes, quiere decir que en mayo Erick hubiera estado recuperado, y podría haber llegado al 100% a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Ante esta difícil situación lo único que se me ocurre que pudo causar la participación forzada del atleta son los grandes intereses económicos que representa la marca “Erick Barrondo” para el COG y por ende para la Federación de Atletismo. También me he preguntado si en algún momento Erick estuvo presionado por temor a perder su beca deportiva o si el mismo COG forzó su participación por los grandes contratos de patrocinio que tiene fundamentados en la figura del atleta.
Esta olla se tiene que destapar sí o sí, creo que todos los guatemaltecos se la merecen, porque gracias a los impuestos que pagamos, los atletas federados sean o no sean de alto rendimiento reciben dinero para sus respectivos planes de entrenamientos. Como me dijeron en alguna ocasión “el que paga es el que grita”.