¿Cuántas mujeres más deben morir?
El viernes pasado se registró el brutal y sanguinario asesinato de dos jovencitas en Villa Nueva, quienes habían migrado a la capital desde su natal Quiché, en busca de un mejor presente y futuro.
Los desalmados que no contentos con ultrajarlas, les dieron muerte a cuchilladas, posiblemente no tuvieron madre ni cuentan con mujeres en su familia, pues solo así podría comprenderse tal salvajismo.
Lamentablemente, la suerte de estas adolescentes solo engrosa la cada vez mayor cantidad de femicidios que se cometen en el país, ante la pasividad de las autoridades, que se limitan a registrar estos hechos como parte de las estadísticas delincuenciales, tal como ocurrió ayer también, con la muerte de una maestra en Jocotán.
Según reportes del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), en 2015 ocurrieron 753 muertes violentas de mujeres, equivalentes al 13.25% del total de homicidios ocurridos en el país e invariablemente, los crímenes contra ellas presentan características de saña y odio contra el género femenino: 61 fueron víctimas de estrangulamiento y 11, de seccionamiento corporal.
La Procuraduría de los Derechos Humanos también registra que de 2012 a 2015, fueron asesinadas 2,993 mujeres (un promedio de 748 por año) y en 2015 van más de 60, como puede verse todos los días en las noticias presentadas por este y otros medios de comunicación.
Según los entendidos, “el femicidio es la expresión más dramática de la violencia contra las mujeres y la mayoría de ellos corresponde a asesinatos ocasionados en el ámbito de las relaciones de pareja”. Otros atribuyen las muertes a atracos, venganzas o confusiones.
Las explicaciones, motivos, razones o argumentos están de más. Simplemente, ningún ser humano debería perder la vida a manos de otro y la sociedad debe dejar de hacerse de la vista gorda ante crímenes que se cometen con tanta premeditación, alevosía y ventaja, al amparo de la impunidad.