Los guardias privados y su responsabilidad

La sangre corrió de nuevo ayer en Amatitlán, ese hermoso municipio que también se está convirtiendo en un lugar peligroso por la violencia y la inseguridad.

En nuestro editorial de ayer comentábamos sobre la ejecución, en céntrica calle de la cabecera municipal, de un presunto integrante de una mara. En nuestra edición de hoy, informamos sobre un incidente ocurrido en la aldea Agua de las Minas, y en el cual murió Luswin Alberto González Castillo, de 20 años.

Aunque los reportes policiales indican que González Castillo habría intentado asaltar, junto a otros dos cómplices, a un camión repartidos de bebidas embotelladas, las circunstancias de esa nueva muerte ameritan ser aclaradas.

La información recaba por al día señala que el presunto asaltante murió a causa de heridas por arma de fuego. Los impactos, dicen los reportes, los tenía en el cuello, el brazo derecho y la espalda. Esta última herida es la que más llama la atención. Tampoco se informa que González Castillo haya estado armado.

Esto lleva a preguntarse varias cosas: ¿se precipitó el guardia de la seguridad privada al accionar su arma de fuego? ¿Por qué las heridas de la víctima se localizan en los lugares indicados, especialmente la espalda, por qué no, por ejemplo, en las piernas?

A falta de más información, no podemos poner en duda la versión de que hubo un intento de asalto. Pero también hay indicios para creer que fue un nuevo caso en el cual, por falta de preparación adecuada, un elemento de una empresa de seguridad actuó con irresponsabilidad.

Si las cosas ocurrieron como se dice, ¿por qué el desconocido guardia de seguridad se dio a la fuga? En esto algo no está claro y huele a impunidad.

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