El exterminio como ley de la selva
Entre todos los seres vivos animados, solamente los humanos matan por matar. Los peligrosos felinos, por ejemplo, responden a un instinto de sobrevivencia, son carnívoros y en el ambiente selvático si no causan la muerte de sus presas, sencillamente no sobreviven. Ni como individuos, ni como especie.
En la evolución de la humanidad, hace millones de años, la cacería era una condición de sobrevivencia. Pero con el tiempo se desarrolló la agricultura y se domesticaron muchos animales, varios de ellos para la alimentación humana. Así, en épocas recientes, la cacería se convirtió en un entretenimiento más o menos aristocrático: se mataba animales por el gusto de matar.
Los humanos también inventaron las guerras. Sean justos o injustos, los conflictos bélicos se convirtieron en los espacios para que unos humanos maten a otros, sin tanto remordimiento. Y, muchas veces, con premios y medallas por “el valor” de matar a otros, desconocidos que nunca les hicieron nada… Así son las guerras, tan humanamente irracionales.
En Guatemala hace casi 20 años concluyó la guerra, pero nuestra sociedad quedó gravemente enferma de violencia y propensa a esa práctica de matar por matar. Eso lo confirma, por ejemplo, la historia de los hermanos Dennis Marroquín Hernández y David Pacheco Hernández, el último de los cuales fue ejecutado ayer en calles céntricas del municipio de Amatitlán.
¿Qué sentido tiene su muerte violenta? “Eran mareros”, dirá más de uno. Pero, antes que cualquier calificativo estigmatizador, eran humanos. Y es inaceptable ser condescendientes con ese afán de vivir sometidos a la ley salvaje del exterminio de unos seres humanos por otros. ¡Ya basta de tanta violencia!