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Primera batalla ganada

Un golazo sensacional de Saúl Ñíguez en el minuto 10 abrió el camino del Atlético de Madrid hacia la final de la Liga de Campeones, aún pendiente de alcanzar la cima en el duelo de vuelta en el Allianz Arena, tras un ejercicio apabullante al inicio y de resistencia después, para doblegar al Bayern Múnich.

El despliegue rojiblanco fue muy potente; poderoso en ataque en el primer tramo, el del 1-0, y enorme defensivamente en el segundo tiempo, con dos balones al poste, uno para cada equipo, y con una valiosa ventaja final para el Atlético en el primer duelo: una victoria, un gol a favor y ninguno en contra a la espera de Múnich.

El Atlético lo tenía muy claro. Había una prioridad por encima de todas: ganar. No había mejor fórmula para la vuelta. Ni una sola duda. Ni en ambición, formidable desde el primer minuto, ni en esa intensidad ingobernable, ni en su presión, ni en un inicio tan potente y tan incontestable para el Bayern, incrédulo ante tanta agitación.

El conjunto rojiblanco quería un gol sí o sí. No había otra perspectiva en su pizarra desde el vestuario ni en su actitud sobre el terreno de juego, impetuosa, descomunal como la cita que tenía ante sí. Lo intentó Saúl Ñíguez y después Fernando Torres con una jugada individual.

Ya dentro del área, sorteados cuatro adversarios, se perfiló para lanzar un tiro sutil, con la izquierda, al otro palo, fuera del alcance de Manuel Neuer entre la “explosión” de la grada por un gol y una jugada espectacular de un futbolista de tales condiciones, por potencia, por regate, por fortaleza, por capacidad goleadora…

Primer objetivo conseguido, a los diez minutos, con un golazo de Saúl, extraordinario, y cambio de registro, sin echarse demasiado atrás, pero más a la expectativa, más preparado para el contragolpe entre la posesión del Bayern que contó con muy reducidas oportunidades de llevar real peligro a la portería de un local que se mostraba bastante seguro en sus argumentos.

Ni pierde el sitio, ni decae su intensidad, ni hay fisuras en su milimétrica ocupación de los espacios. Le rondó el Bayern por su área, pero ocasiones ni una en todo el primer tiempo; algún centro desde los costados, un par de disparos lejanos y nada más. En el otro lado, Neuer evitó el 2-0 frente al francés Antoine Griezmann.

El resto del encuentro ya estaba trazado desde el 1-0. Y tocaba sufrir. Lo intuía Simeone cuando movía los brazos pidiendo el aliento del público en el inicio del segundo tiempo y lo comprobó el equipo minutos después, con un trallazo lejano de Alaba, violentamente estrellado y repelido por el larguero rojiblanco.

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